sábado, 4 de julio de 2009

Presentación del DEN 3ª Edición


Agradecimiento en ocasión de la presentación del
Diccionario del Español de Nicaragua, 3.ª edición
Managua, 18 de junio de 2009
Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica
6.30 p.m.
Por Francisco Arellano Oviedo
Agradezco las palabras generosas que como presentación y valoración del Diccionario del Español de Nicaragua han dicho en esta ocasión Sergio Ramírez Mercado y Julio Valle-Castillo, ambos amigos, cuyo aliento en esta tarea ha sido oportuno y también decisivo. Gracias, también por los numerosos ejemplos de sus obras que aparecen documentando lemas del DEN.

Gracias al excelentísimo embajador de España, D. Antonio Pérez-Hernández, al honorable primer secretario de la Embajada, D. Miguel García Herrainz y al apreciado presidente del Instituto de Cultura Hispánica, D. René González, porque ellos han hecho posible, de parte de la cooperación española y del Instituto de Cultura Hispánica el patrocinio sustantivo, aunque parcial, para la impresión de esta obra que a lo largo de ocho años de investigación me ha cobrado fatigas y desvelos, pero también ha sido causa de alegrías y, digamos también, de sano orgullo.
Gracias a mi equipo de PAVSA por sus observaciones y asistencia en la revisión minuciosa del Diccionario. Gracias a más de 70 autores y cantautores nacionales que a través de sus obras, más de 120, me han facilitado millares de ejemplos que documentan los lemas. Los nombres de los autores, obras y canciones aparecen en cada ejemplo. Mi amigo y colega, D. Fernando Silva Espinosa es el autor que más voces nicaragüenses introduce en sus obras y, por tanto, el más citado. Gracias a Mirna Valverde que ha planificado y organizado este acto de presentación y a ustedes amigos presentes, cuya asistencia genera en mí lazos de gratitud porque ustedes llenan de colorido y alegría este acto, hasta convertirlo en verdadera fiesta.

Cuando asumí el reto de esta tarea, me interesaba contribuir con las actualizaciones del Diccionario de la Lengua Española, elaborado hasta hace poco por la Real Academia Española y, actualmente, por la Asociación de Academias de la Lengua Española, bajo la coordinación de aquélla; pero también debía cumplir con el apoyo de hacer realidad aquel sueño centenario de algunos académicos americanos: ¡un Diccionario de Americanismos! Ambas tareas demandaban de una base de datos actualizada y el DEN se ha convertido en ese referente.


Pero un Diccionario del Español de Nicaragua, en donde teníamos avances significativos, la visión científica y disciplina de Karl H. Berendt, Alejandro Dávila Bolaños, Alfonso Valle, Carlos Mántica, María Cristina van der Gulden, mi maestra y colega, Fernando Morales Buitrago, quien como yo ocupó la silla B en la Academia Nicaragüense de la Lengua; D. Fernando Silva; el actual Director de la Academia, D. Jorge Eduardo Arellano, etc., a la vez que facilitaban el trabajo lo volvían más complejo y difícil, pues no se trataba de hacer un simple consolidado de aquellos trabajos, sino de verificar, ampliar y codificar la información a la luz de la lexicografía moderna, que es la ciencia que permite hacer los diccionarios.
Así consideré qué debía entrar en este Diccionario: todo lo que usamos en los distintos estratos sociales y que no pertenece al Español General; definí cómo presentar los lemas y qué información deberían contener en forma codificada: etimologías, nombres científicos para flora y fauna, categoría gramatical, marcas diatópicas o de lugar, marcas diastráticas que nos informan sobre el estrato social que usa la palabra, infantil o juvenil, si la palabra es culta, coloquial, malsonante o eufemismo; marcas diacrónicas, que nos dan a conocer si el lema es histórico o de poco uso, ejemplos sacados de nuestra literatura, no inventados, etc. Otras razones personales, concebidas a un nivel de aspiración y previas a la decisión de asumir la tarea fue el propósito de hacer un trabajo que constituyera un aporte en la materia, de ninguna manera podía ser una simple imitación de lo que se había hecho.

No olvidé al Maestro Horacio que dice: Sumite materiam vestris aequam/ viribus et versate diu, quid ferre recusent,/ quid valeant umeri... Me animó la consideración de las realizaciones de nuestros grandes maestros: Rubén Darío, Salomón de la Selva, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, cuyas obras son autenticas cimas de la cultura americana y por eso también alimenté el ideal de que El Diccionario del Español de Nicaragua debía despertar el interés más allá de nuestras fronteras. Si la lengua que usamos describe el mundo que vivimos, las palabras de los nicaragüenses son espejos de su ingenio.


Pero vamos ya al Diccionario. De acuerdo con los postulados de la lingüística moderna, aprendemos el léxico y la gramática de una lengua a temprana edad en la comunicad; en la escuela precisamos y ampliamos los conocimientos. En nuestro cerebro todos tenemos una gramática y un diccionario, pero este Diccionario no está en orden alfabético, como el DEN, sino en desorden, aunque lo que tenemos en el cerebro son los significados y no los significantes; los significados, vez por vez, son evocados por aquellos.

Los significados a pesar de estar en desorden en el cerebro, establecen relaciones de afinidad semántica, así quien piensa en casa, inmediatamente piensa en todo aquello con lo que ésta se relaciona o contiene.
Pensemos ahora en enfermedad, sigamos al DEN que nos presenta, significantes de diferentes categorías: adjetivos, sustantivos, verbos y locuciones.

Veamos:
achicopalado: se dice de alguien que está triste o tristón, como diría D. Fernando Silva. ajilado: se dice de alguien que presenta el rostro cansado. amarillo: se dice de alguien que está pálido por una enfermedad prolongada o sufre una enfermedad hepática. apupujado: se dice de alguien que tiene los ojos y párpados inflamados de tanto dormir, llanto o conjuntivitis. azucarado: se dice de alguien que es diabético. berrejo: se dice de alguien que está pálido por una enfermedad desatendida. chiflado: se dice de alguien que ha perdido la razón o que está loco. chupado: se dice de alguien que presenta el rostro demacrado. cipe: se dice de un niño que sufre vómitos, diarrea, fiebre por continuar tomando el pecho de la madre, cuando ésta está nuevamente embarazada. curcucho: se dice de alguien que tiene joroba. dañado: se dice de alguien que sufre la tuberculosis. delicado: se dice de la persona que está muy grave. descachimbado: dicho de alguien que está demente. desguabilado: se dice de alguien que ha sufrido impactos violentos: caída, colisión, paliza, etc. inconada: dicho de la herida infestada. engomado: dicho de alguien que sufre de resaca. engarrotado: dicho de alguien cuyas articulaciones han perdido flexibilidad, temporalmente o en forma definitiva. entelerido: dicho del convaleciente que aún está tembloroso cuando camina. envarado: se dice de alguien que sufre un espasmo o tiene parte del cuerpo rígido. estragado: dicho de alguien que rechaza determinados alimentos. fufurufo: se dice de alguien que es alocado o actúa bajo los efectos del licor. guenglejoso: dicho de alguien que tiene la voz gangosa. jalado: se dice de quien ostenta el rostro cansado. mancuncho: dicho de alguien que tiene una mano tiesa o defectuosa. movido: es el niño que sufre el síndrome de Down. pegado: dicho de alguien que ha contraído una enfermedad transmisible. ticurriche: se le dice al que está tuberculoso. verijudo: dicho de alguien que tiene el estómago abultado. Y siempre en el campo de las enfermedades, he aquí los sustantivos, verbos y locuciones con los que las nombramos: alzáimer, m. Así como suena y sin h intercalada, la pérdida progresiva y acelerada de la memoria.

El 15 de mayo de 2003, el Nuevo Diario, informó: …en 1995, Guillermo Sevilla Sacasa, víctima ya del alzáimer, logró participar…,en una hermosa ceremonia.
bienteveo, m. Enfermedad cutánea que produce manchas blancas o decoloración de la piel. carate.m. Enfermedad dérmica que produce escozor y se caracteriza por la presencia de manchas blancas. chifladora, f. Tos intensa que afecta especialmente a los niños. chichote, m. Inflamación de una parte de la cabeza causada por un golpe. chimón, m. Raspón sufrido por el roce con otro cuerpo. chistata, f. Orinadera escasa y con ardor. Cistitis. chonela, f. Llaga de la persona o del animal. cipiar, tr. Enfermar al niño por darle el pecho [la madre] cuando ésta está nuevamente embarazada. colerín, m. Enfermedad del niño que se manifiesta por la presencia de diarrea profusa. cuijo, m. Enfermedad de la piel que se caracteriza por la presencia de costras, manchas, y otras formas de erupción. corroncha, f. Costra oscura y gruesa que se forma sobre una herida o peladura. desajilamiento, m. Inactividez de alguien por efecto de náuseas y mareos. dengue, m. Fiebre de origen viral que sufre la persona. derrame, m. Ruptura de una arteria cerebral. empacharse, prnl. Hastiarse de una comida o bebida. empanturrarse, prnl. Llenarse alguien el estómago de gases. enconchamiento, m. Encorvadura de alguien. flojera, f. Descontrol estomacal caracterizado por la presencia de diarrea. furúnculo, m. Tumor pequeño y doloroso. goma, f. Padecimiento que causa el licor, conocido también como resaca. hablar griego, loc.v. Pronunciar con dificultad las palabras una persona que agoniza. güecho, m. Bocio del cuello de la persona. macumba, f. Maleficio que alguien prepara o sufre efectos de ésta. maluquencia, f. Quebrantamiento del cuerpo que preceda a una enfermedad febril. moralitis, f. Decaimiento psíquico por haber hecho algo incorrecto. ñola, f. Decoloración de la piel. (Bienteveo.) orate, m. Persona demente. patatús, m. Manifestación repentina de una enfermedad. piliarse, prnl. Morirse alguien. porfiria, f. Enfermedad en la sangre caracterizada por la presencia de metales en ésta. punto de hepatitis, tétano, derrame, pulmonía,…loc. s. Inicio de una enfermedad. quebradora, f. Fiebre de origen viral. purgación, f. Enfermedad venérea, especie de gonorrea. resma, f. Voz onomatopéyica que imita el sonido de la respiración dificultosa de quien sufre una enfermedad bronquial. rubiola, f. Enfermedad eruptiva y contagiosa de la piel. rasquín, m. Enfermedad de la piel provocada por la presencia de ácaros. reima, f. Asma de la persona. talchina, f. Enfermedad de la piel, parecida a la erisipela. tener malo el guacho, loc. v. Padecer del corazón. tiopedro, m. Menstruación de la mujer. Las enfermedades son curadas por los doctores y médicos y también por los brujos, curanderos, chamanes y sukias, en la Costa Caribe. Y si éstos no curan, el enfermo empeora. Cuando se para el guacho, al enfermo se lo lleva la mierda. Inmediatamente, se petatea o se acaba, cuelga los tenis, se va al hoyo, se va de viaje, se jetea, se palma, patea el balde, pela el ajo, pela el diente, pela el ojo, se pela, se pilea, se termina. A su encuentro viene la quirina, aquella a quien Joaquín Pasos y José Coronel Urtecho dicen en la Chinfonía burguesa: Se ha equivocado usted de puerta, señora muerta, de mi oficina no hemos llamado a a la quirina tal vez la espera la vecina de la esquina. Aquí estamos todos sanos y tenemos horror a los gusanos. La quirina es la muerte. A la muerte también llamamos calaca, huesuda y pelona. que en los pueblos y cañadas asusta y viste de cotona. MUCHAS GRACIAS.

PRÓLOGO AL DEN


PRÓLOGO

Sergio Ramírez

He entrado a las páginas del Diccionario del Español de Nicaragua, DEN, como quien se propone dar un agradable paseo de muchas y variadas estaciones, a lo largo de las cuales se harán descubrimientos, se encontrarán sorpresas y novedades, y se confirmarán algunas cosas sabidas, y otras presentidas. Así lo he cumplido, y así lo consigno.

Primero que nada, queda patente en estas páginas que tenemos una lengua nicaragüense, el mejor de nuestros patrimonios culturales. Un español con su propio color y sus propios matices, que es el fruto de varios siglos de mezclas, sumas y contradicciones que han venido a dar fusiones esplendentes. Ya venía el español de la Península teñido de griego y de latín, lo mismo que de árabe, y aquí subieron de intensidad esos colores gracias al chorotega y al náhuatl, principalmente, a las lenguas sureñas de raíz chibcha, panamá o quechua, después que a su paso por la Española y Cuba traía ya en su cauda al taíno caribeño, y luego recibiría todo lo que recibió de las lenguas africanas. Y cuánto no recibió luego del inglés.

En una conversación corriente de cualquier día, diremos alacena, alhaja, alcohol, ojalá, machalá, que vienen del árabe, o guaro, que es chibcha, lo mismo que chicha; ajiaco, bajareque, batea, bejuco, hamaca, iguana, yuca, que son palabras del taíno; ñoca, ñeque, ñundo, que son palabras del mangue; diremos chilote, yoltamal, pinol, tiste, chicuije, atol, que son palabras náhuatl; mondongo, que es una palabra del bantú africano, lengua del pueblo congo, como decimos chile congo, o mono congo; o cachimba, que viene del kimbundo africano kasima: pozo, hoyo; y chamba, guarapo, guineo, candanga y mandinga, también términos africanos; cachar, que es apropiarse de lo ajeno, viene de catcher, o pichar, ponérselas, que viene de pítcher, porque el beisbol está en la esencia de nuestra habla, como vienen también del inglés cutacha, guachimán, manjol, crique y bote, para no hablar de palabras que han dado la vuelta entera como alicate; lagarto partió hacia alligator, en inglés, y de allí volvió a nosotros; y quién nos dirá cómo vino a dar a nuestra habla marchanta y marchante, que es francés, aunque ya sabemos que placera, igual que canilla, están en las páginas de El Quijote, como otros términos del siglo de oro se quedaron atrapados en la lengua campesina, agora, vide, endeque, endenantes, cuantimás; para no hablar del hideputa cervantino, de tantas variantes en la lengua nuestra de cada día.

Hablamos entonces una lengua híbrida, cocinada en un hervor de siglos, que se hace cada día más rica, y lejos de dar señales de perecer, se nutre cada día. Bien está que su autor no llame a este diccionario “de nicaraguanismos”, sino, como debe ser, “del español de Nicaragua”, pues de otro modo seguiríamos disminuyendo lo que es tan rico, y tan vivo.

Bien ha hecho también, por fin, la Real Academia de la Lengua al aceptar que todos hablamos lenguas panhispánicas, tanto en la Península Ibérica como en los países de nuestra América, lejos de aquel viejo criterio de la lengua castiza de la Península, por un lado, y las lenguas viciadas, o contaminadas del continente, por el otro; lenguas contaminadas en que habían escrito el inca Garcilaso, Sor Juana y Rubén, y en la que escribirían después Neruda, Vallejo, Asturias y García Márquez.

Que la riqueza representada por una lengua de uso local, o regional, fuera considerada más como un vicio que como una virtud, fue un criterio sostenido ampliamente tanto en España como en América Latina, tal como lo sustentaba uno de nuestros ilustres filólogos, el doctor Mariano Barreto, que en 1893 publicó su Vicios de nuestro lenguaje. De ese mismo criterio venía la costumbre de los narradores de entrecomillar las expresiones del habla vernácula para tomar distancia, y no contaminarse, como si se tratara de cosa ajena, o execrable, pues por encima se hallaba el lenguaje culto. Era una frontera que no podía trasgredirse.

Nadie más trasgresor, ni más vicioso en este sentido, que nuestro Rubén Darío, quien entreveró en el castellano moribundo del siglo XIX todos los galicismos sonoros que dieron lumbre al modernismo, al punto que en lugar de espejismo se llegó a decir corrientemente miraje, y a los enamorados los empezó a llamar Rubén amorosos, como en los “Versos de Otoño”: las hojas amarillas caen en la alameda,/ en donde vagan tantas parejas amorosas… Allí se quedó también, de esa misma guisa, la horrible palabra rastacuero, el vil mediocre presumido, y que a lo mejor dio la vuelta entera, desde el castellano arrastra cueros.

Antecesores de este Diccionario del Español de Nicaragua, DEN, son, entre otros, Palabras y modismos de la lengua castellana, según se habla en Nicaragua, de C.H. Berendt, ese tesoro publicado en 1874; el Diccionario de nicaraguanismos. Refranes, modismos, expresiones, etc., de Anselmo Fletes Bolaños (1909); el Diccionario de Nicaraguanismos (1939), del doctor Hildebrando A. Castellón; el Diccionario del habla nicaragüense del general Alfonso Valle, (1948); El habla nicaragüense de Carlos Mántica (1989); el Vocabulario popular nicaragüense, de Joaquín Rabella y Chantal Pallais (1994); el Vocabulario Nicaragüense de Cristina María van der Gulden (1995); el Diccionario de Uso del Español Nicaragüense de la Academia Nicaragüense de la Lengua, DUEN (2001); así como el Pequeño diccionario analítico de Fernando Silva. Y aunque no un diccionario, es necesaria la mención de Del idioma español en Nicaragua (Glosas e indagaciones) (2005), de Jorge Eduardo Arellano.

Sin duda, de entre todos los diccionarios mencionados, éste que hoy presentamos es el más completo de todos, por su mayor número de entradas, por su acabada metodología, y por lo sistemático de su elaboración. Se trata, sin duda, como en todo trabajo de esta clase, de una investigación permanente, que futuras revisiones deberán ir enriqueciendo. No hay diccionarios estáticos.

La lengua es un organismo vivo, mutante y mutable, que se nutre de muchas vertientes, pero quizás de dos por sobre todo: el permanente laboratorio que es el habla popular, tal como el pueblo se expresa en la calle, en sus ámbitos públicos y privados; y la creación verbal de los escritores.

No se trata de dos categorías, una inculta y otra culta, sino de dos hemisferios que se nutren mutuamente. Sin el habla popular, los escritores no sobrevivirían; y las invenciones verbales de los escritores terminan por ser apropiadas por el habla de la calle: pregunten en una cantina qué significa panida, un término dariano, y cualquiera lo dirá. La palabra pan, sólo en Nicaragua tiene dos significados, pues al del pan de cada día hay que agregar el del dios Pan, de donde viene panida, y también pánico. Y a su vez, también las letrillas de las canciones populares, y su música verbal, entraron en la poesía dariana, como fue el caso de los endecasílabos de gaita gallega:

Libre la frente que el casco rehúsa/

bajo el gran sol de la eterna armonía…

Pasa pues, este Diccionario del Español de Nicaragua, DEN a ser referencia obligada, y pasa al acervo cultural de Nicaragua.

Masatepe, diciembre 2005.